Patxi nos invita en este mes de agosto a la aventura de un barco pirata.
Aventura de amistad, de encontrar tiempo para divertirse, descansar y también para orar, leer el Evangelio y compartir la fe.
No hace falta mucho equipaje para montar en el barco. No es necesario acumular. El verbo que necesitamos es “compartir”. Si se comparte se pueden tener experiencias nuevas, de gratuidad, de amor, de fraternidad… El compartir genera dinámicas que construyen. La acumulación, la avaricia, el quererlo todo destruyen.
En la “aventura pirata”, aventura con Jesús, queremos vivir un viaje especial en el que vamos a compartir lo mejor de nosotros mismos con los demás. El verano nos puede ayudar a relajarnos y despertarnos a la gratuidad. En este hermoso barco pirata.
“Donde esté nuestro tesoro,
allí está nuestro corazón”
En el viaje en barco pirata, vamos a la caza del tesoro. Diferentes son las indicaciones para llegar hasta él. Hay caminos que llevan a la muerte, otros a la vida.
En la Palabra encontramos las pistas para hacernos con el tesoro, para encontrarnos con Cristo.
Por el camino podemos despistarnos con mensajes falsos: los de la avaricia, la codicia, el poder… No nos confundamos. Dejémonos conducir por el Padre.
La aventura del barco pirata es emocionante. Al final alcanzaremos el tesoro que se descubre en las botellas, que son las páginas del Evangelio.
Con Jesús de capitán del barco de nuestra vida lograremos descubrir la paz auténtica, que es tarea y compromiso, que surge del fuego que purifica y compromete.
Necesitamos que Jesús nos enseñe a manejar nuestra embarcación, no de cualquier forma, con su estilo, su compromiso, su palabra profética honda y comprometida.
En el centro del timón, el Amor, que es el que mueve todo lo que Jesús maneja. Conducidos por el Amor de Jesús llegaremos a buen puerto, con la ayuda del Espíritu.
Que este verano sea tiempo para dejarnos conducir por Él.
En nuestro barco pirata del Amor vamos surcando los mares en este mes de agosto.
El barco sabe a pan y a Eucaristía, a razas diferentes que conviven en armonía, a Espíritu que guía.
Pero el barco, la Iglesia, es también lugar donde las personas crecen, disciernen entre el bien y el mal, son capaces de optar… Y a pesar de los fallos, las incoherencias y limitaciones, los tripulantes no quieren elegir la ruta del mal sino la que marca el Evangelio, como estilo del viaje de la vida.
Jesús, nuestro capitán, nos anima a continuar adelante, pero no lo hace con “medias tintas”. Él ha entregado su vida total y radicalmente. Ahora es nuestro turno.
Con Jesús, con el Papa Francisco, con tantos hermanos y hermanas que hacen del banquete del Reino banquete de mesa compartida con los que sufren y están desplazados. A toda vela, sintámonos alentados al inicio de curso por el soplo de Dios, que nunca deja de animarnos y de llevarnos a buen puerto.
Miremos a nuestro alrededor. ¿De quiénes estamos rodeados? ¿Hacemos algo por alguien que nos necesita? ¿Quiénes son los convidados a nuestra mesa? Dejemos que el soplo de Dios renueve nuestros manteles, mentalidades e invitaciones.
Fuente: http://blogs.21rs.es
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